Madrid es esto: Una cena, una bicicleta de los 80 y un italiano

Madrid es esto: Una cena, una bicicleta de los 80 y un italiano

EN EL MCDONALD’S

La madre y el hijo ya tienen su pedido. Se irán a casa —supongo— con más de cuarenta euros en comida del McDonald’s. Eso sí es un sábado noche de locura. Antes de salir del local, el hijo revisa las bolsas.

—Sí, sí, sí, sí… Está todo. —le dice a su madre.

—¿Sí? ¿Está todo? —responde ella con una expresión insulsa. —Estas mierditas te las hago yo en casa.

Y se van.

UNA BICICLETA

Me dio muy fuerte hace unas semanas por comprarme una bicicleta. Y como cuando te sacas el carné de coche que solo ves a coches con la L, yo solo veía bicicletas. Entonces, un día, paseando, vi una bicicleta de segunda mano en el escaparate del Cashconverter que tengo al lado de casa. Como de costumbre, yo iba con prisa y pasé de largo. No la compré. Al día siguiente, volví a pasar. Era una bicicleta Orbea de los 80, en muy buen estado y muy vintage. Tanteé los frenos, el sillín, las ruedas, la cadena. Todo pintaba muy bien. Pero, para variar, yo iba con prisa. Si en unos días está, la compro, me dije. Y ahora, dos meses después, sigo pasando por esa a menudo y la veo desde fuera, como si estuviera esperándome. De verdad, no sé qué hace allí aún. O nadie la quiere o tengo una oportunidad de oro de comprarla y soy gilipollas.

UNA CITA

Mi intuición me dice que lo de la mesa de al lado es una cita Tinder. Preguntas banales al lado de una conversación fluida sobre el trabajo, la rutina, los fines de semana y alguna fiesta. Ríen. Están cómodos. Él es italiano y hablan sobre Italia. «En Nápoles, el primer día te cagas, pero el segundo día te lo pasas bien», le dice.


Esta entrada pertenece a la publicación en colaboración con la Revista Verbena.

Ilustración de portada de Jeremy Booth